martes, 20 de enero de 2009

SALVE, MUSA


En tus ojos de oro y cieno
veo reflejada tu ira, Leanan.
No me castigues sin palabras
como si fuera tu alumna niña,
tú sabes que si te adoro
es porque tú me harás libre
cuando te lleves mi carcasa malherida
y abrasada por aquello que llaman poesía.

Mima mis palmas
mientras aún pueda escuchar
tus suspiros en mi boca de azul,
yo te rebelaré todos los secretos que posea,
mortales designios que tú,
por tu atemporal e imperecedera esencia,
desconoces.
Pero no me enciendas la luz
para que vea mi demacrado
rostro en el papel marfil
y en los espejos del olvido,
¿qué harás si te quedas sin poeta?
Aprovecha, Musa,
que a mí ya me tienes,
que sigo tus pasos,
te invoco cada día bajo la Luna negra
y que, junto a Melancolía,
bailo a tu son y te dejo las puertas abiertas
de cada poro de mi piel
para que me atravieses cuando quieras
Sonríe, Leanan,
veo esa tilde en la comisura
de tus labios,
y el brillo de un verso en tus pupilas...

Salve, Musa,
morituri te salutant.

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