miércoles, 7 de enero de 2009

POSTNAVIDAD Y PREEXÁMENES

Triste y solitaria,
muda e intranquila,
la dulce muñeca dormida
observa en sus sueños la libélula de luz.

¿Qué la muñeca duerme?
Quizás no sea cierto
que en sus ojos de botones
veo brillar la locura
escondidad en un ramillete de pestañas
de plástico.

La libélula vuela,
se posa en los brazos de trapo
de la pequeña muñeca
que mira, que mira,
mueve sus alas la libélula,
ángel de luz azul,
pedazo de cielo encantado,
que no sabe, que no siente,
el temor de la muerte en sus alas.

Se abre una espiral de oscuridad
en la boca de la inocente muñeca,
dientes como cuchillas de perlas
se abren y aparecen despiadados.
La muñeca se lleva a la boca la pobre libélula
que no puede gritar,
que ahora está muda,
cae al abismo de la agonía inquieta,
se han quemado sus patas y antenas
con el fuego de las entrañas
de la muñeca.
Pero no acaba aquí su pesadilla,
que toma el aliento,
y, al cerrar los ojos para volar y ser libre,
despierta y descubre,
que no es ya libélula,
que no es ya libre,
sino una poeta,
una niña en crisálida
muerta de miedo por el futuro
y por la calma que precede a la tempestad.

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