domingo, 31 de enero de 2016

Te recuerdo

Escuchando: "Las mareas" de McEnroe

Ya no temo a las mareas
que vienen y van,
ahora me tumbo en la arena
a verlas pasar.

Te recuerdo
en cada segundo que pasa y no estás,
en cada poro de mi piel,
en los ojos de mi madre,
en la risa de mi hermano,
en las manos que escriben
y muestran el desierto del tiempo,
en el amor de un abrazo,
en el cariño de un beso,
en el silencio de una casa donde ya no estás,
en la silla de ruedas,
en tu olor impregnado en todo cuanto tocaste...

Te recuerdo
porque has sido la pérdida más importante,
la más dolorosa,
esperada pero cruel,
como el invierno gélido que mata las flores
y cubre todo de muerte.

Sólo me consuela
que fuiste VIDA,
y que cada recuerdo tuyo
me empuja a vivir.

Te recuerdo
porque quiero llevarte siempre enarbolada,
ser un poquito de ti
y pasarlo de generación en generación,
dispersar tu semilla
para hacer el mundo un poco más bonito
a tu imagen y semejanza.

Tengo que escribir los poemas cuando se me ocurren...

Adiós, estrellas,
la luz de vuestros ojos se hiende como puñales
y no son vuestros susurros sino síntoma de muerte,
decidle a la luna que no acune mis plegarias,
son hijos muertos plagados de musgo.
Me voy antes de que la luz se encienda
y me arrebate con sus dedos,
me marcho antes de que se abran sus manos
y yo sea demasiado pequeña
para esconderme.
Adiós, estrellas.

sábado, 16 de enero de 2016

Juguetes rotos

A veces no necesitamos que alguien nos arregle,
a veces, sólo necesitamos que alguien nos quiera,
mientras nos arreglamos nosotros mismos.
Julio Cortázar.

He asumido
mis imperfecciones,
que hay partes que están rotas y nunca podrán soldar,
que hay recuerdos que aún inyectan veneno,
y que nunca seré
quien yo quise,
quien vosotros soñasteis,
o quien debemos ser.

No quiero que nadie me arregle,
el cristal quebrado nunca vuelve a encajar,
sólo espero
espacio en los días ardientes,
cariño en las noches grises.

sábado, 2 de enero de 2016

Generosa

Escuchando: "Generosa" de Ana Muñoz

El recuerdo cálido
de una Zaragoza calurosa y llena de polvo,
hierros, latidos,
vuelve a mí
a través de un ritmo,
un ritmo
constante
y una voz de sirena,
de cuerdas claras y ojos oscuros.
Y vuelvo a hace ya casi ocho años,
a ese crepitar del corazón
que salta,
y a rostros afables,
a años que pasan y sonríen,
a manos abiertas y micros,
micros y más micros,
siempre empapados en alcohol.
Rusia vuelve
con música
y escribe una línea más
en las páginas de nuestro cuento.