Hoy me siento os cura y sola,
libre y completa,
con un extraño desgarrón en el alma
pero ya no me duele.
"Limón y sal",
me dijo mi Musa.
Y hoy, tras hacerme la promesa
de que dejaré de buscar a mi príncipe y a mi mirlo blanco,
tras asumir que soy masoquista
(¿a qué libélula le gustan las ranas
sino a mí?)
y desesperar por última vez en gritos,
he decidido volar,
aprovechar el viento del sur
que me guíe al norte,
a mi verde Eire,
a mi tierra,
a mi hogar,
a mi nombre
que aún busco.
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