¿Dónde estás, no te encuentro,
dónde estás, alma mía,
que en mí yo no te hallo
y aun te busco cada día?
Rosada y nívea fuente de belleza,
áureo trono de gentil virtud,
cumbre de lealtad y riqueza,
dame respuesta a mis quejas tú,
dame respuesta, corazón,
que en tu desdén yo no lo parezco
y en ardores de amor y don
yo por ti bien perezco
pues tú eres mi diosa
más altiva que niguna
que encumbrarte quiero, melindrosa,
en mi dedo hasta la luna
y hacerte un vestido de plata
con las mejillas de la celeste dama
que por ti, divina gata,
se rasgará sus estrellas en rama.
Decidme, hermosa mía,
dó so hayan tus besos
que quisiera algún día
poder ir a recogerlos.
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