jueves, 27 de noviembre de 2008

Harta

En la noche de mi cuarto,
la vela de hierro ilumina mi muerte.
El frío de mis huesos
huye espantado
cuando mi alma ha gritado.
Mis manos sedientas
de esas caricias que también quiso
un poeta cubano.
Necesito la tierra ya que el amor
no puedo tenerlo,
quizás esté hecha para vivir sola,
puede que la musa me esté haciendo un favor
pero es en estas noches sin vida,
con las cuencas vacías de mí,
la luna oscura en mi cuerpo,
las penas en lamento por mi habitación,
cuando el cuervo se posa sobre el quicio de la puerta.
Mis paredes amarillas-¿de alegría?
No. Es bilis
que se escapó cuando ya no cupo
nada más que dolor en mí-.
Busco a Teresa, sus flechas ardientes,
el cuchillo de Julieta,
la muerte de Máximo
pero ni Amor ni Muerte
plegan sobre mí sus alas eternas.
Daría mis supiros por mil besos
o mil morfeos de eterna cuna
pero debo conformarme con escribir estos versos,
y dejar de quejarme, tragar la amargura,
por si la musa se enoja
y me quita lo único
que me hace soportable esta vida.

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