A José Martí, por sus versos,
a Maite, por ella.
Queriendo ser yo, sin ser,
me descubrí siendo en tus labios,
y en este desconcierto,
el suspiro de mis alas,
plomo y cemento viejo antaño,
se volvieron de plata y espuma
que, volando, volando,
me llevaron donde sólo yo estuve,
sola, pero contigo a mi lado,
allí, surcando estrellas,
mi sangre brotó sobre la Luna blanca,
tu sonreíste, ora en dicha, ora furiosa,
yo me sentí perdida y hallada.
Aún soy sin ser nada,
por ser poeta te ofrecí mi vida,
por dejar la vida perdí la calma,
así, triste y errante, feliz en mi descontento,
aún hija del Mar y el Viento,
vivo de ti y de mis versos.
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