Cae diciembre
y la luz de la mañana comienza
a inundar las calles con un goteo continuo,
al llegar a la mitad de portales
se apagan las luces
que penden de las farolas.
El frío se adentra en los huesos
separando cada una de mis vértebras
y llenándolas de hiel(o),
la gargánta enmudece en un sordo murmullo,
el oído (cansado de dos décadas de luchas)
se rinde ante la enfermedad,
me pesan los brazos,
noto, siento, escucho cómo se rompen mis venas
y como la sangre se esparce
entre los huecos que hay de mi piel al hielo.
Cae diciembre,
nadie pudo remediarlo,
sin sentido cuelgan adornos lejanos,
los trabajadores observan,
los niños al cole,
madres furiosas,
alumnos de instituto esperando el autobús,
y tres como yo caminando por la calle,
dejando su inexperta impronta
en las aceras vacías,
los barrenderos se ocuparon de hacer su trabajo
y limpiar las calles de sueños nocturnos,
se hace el día,
se ocultan mis sombras,
la musa se acuna en sus labios de rosas,
hibernan mis musas,
la crisis comienza,
escribo estos versos,
vacías mis cuencas de ojos de plástico
que aquejan el sueño.
Y cae diciembre, quisiera unos brazos
en los que calentarme el cuerpo,
y cae diciembre
y nadie puede detenerlo.
1 comentario:
Hermoso el contenido del poema, Diciembre tiene un gris en sus horas que lo hace realmente interesante, me gusta como te ha quedado el poema compañera, un abrazo.
Adrian.
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