No sé si es esta soledad
que me pesa en los bolsillos
o el aire frío a través de mi carcasa,
no sé si es el miedo a morirme sin un beso
el que me hace escribir estos versos.
Es la mañana
y la musa duerme acunada entre las sábanas y el alcohol,
no se lo digas,
pero sus caricias sólo curan mi insomnio
y me calman por un momento,
nadie dijo que el amor de las musas
durara para siempre,
nadie lo dijo
porque no es cierto.
Si yo soy mortal o,
al menos,
perecedero es mi cuerpo,
necesito de brazos con fecha de caducidad
que me den el calor que Ella no puede.
Puedo sonreír en un verso,
es una felicidad inusitada
que sólo los poetas conocen,
pero
como una mujer más que soy,
necesito de unos labios que me acojan
y me aparten del vicio de unos besos
que absorben mi alegría
en el mercado negro de la nostalgia.
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