Estoy harta de gritar
de dejarme la voz en el viento que nadie escucha.
Cansada de la soledad que se dispersa por mi ser
y se acumula en mis pestañas,
de ser la niña,
la segunda,
la amiga o la que traga y calla.
Harta de sentirme culpable
por pensar en mí,
de escribir versos tristes,
harta de desear el aislamiento
por evitar la burla o cargar la pulpa de mis sufrimientos
sobre los hombros de quien no lo merece(n)mos.
Harta de no saber vivir ni ser del mundo,
harta de mí y de todo,
de ser sin ser yo misma,
tan sólo una frágil crisálida en crecimiento,
un proyecto de libélula.
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