A todos los que, como yo,
en estas fechas, les toca estudiar.
Mientras mi rúbrica
y mis palabras
se desperdigan por la mesa de mi estudio,
y mi cabeza,
repleta de términos nuevos,
trata de mantenerlos dentro,
mientras hago cuentas de cúanto tendré que estudiar hoy
para hacer más mañana
y mañana
y mañana
y mañana
y mañana
...
hasta que,
el día de mis corazones rotos,
pueda al fin recluirme en casa
y gritar.
Mientras me siento estúpida y perdida,
fuera los niños cantan,
mi familia se altera y descansa ante el televisor
y yo,
odiando estas fiestas,
queriendo ser una más
de las que sólo se preocupan
porque la comida sepa bien
y si me cabe un trozo más de turrón,
yo,
la poeta,
la oveja negra de la familia,
el experimento inconcluso de no sé qué,
suspiro y contengo las lágrimas y el grito,
me resigno ante los apuntes
y me digo
"ánimo, inténtalo
que, si lo consigues,
no importará lo que hayan pensado
sino lo que tú has logrado alcanzar".
Bajo la cabeza,
meto con mis dedos las palabars en la crisálida
y me pongo a estudiar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario