Es esta soledad la que me desespera
bajo la escarcha de mis pestañas de niña,
las gaitas gritan en mi oído canciones prohibidas
de rebeldes descuartizados- y hermosos.
Oh, Deirdre, si pudiera cantar contigo...
Mi teclado inclina su balanza
hacia un sector que hoy en día reniega de sus ideas.
Mis dedos, mi cabeza,
desvarían aturdidos
por tanta melodía, tanta nota,
tanto ritmo, que ahora cambia y es tranquilo,
una guitarra acompaña mi pensamiento
que ahora duerme,
las musas ya no grita,
Deirdre ya ha muerto despojada de cuanto tuvo,
la sangre cubre una roca cualquiera,
William ya no es sino polvo sobre Escocia -triste y esclava-
y mis poetas, mis musas,
han muerto, algunas locas, otras enfermas, otras se fueron por voluntad propia...
ahora son vampiros que no quieren sino que escriba
y comparta, sufra la soledad a la que estuvieron condenadas
y yo -una niña lejos de su hogar-
tan sólo quiero un beso tuyo,
un beso que me haga sentirme querida
o que me devuelvan a mi Irlanda...
¡Oh, soledad maldita
acabaré contigo yo misma
si no te marchas!...
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