Escuchando...
Hoy te he pensado
y te he visto tan ajada
que he querido colocarte una manta sobre los hombros
pero se ha desvanecido entre mis manos antes de rozar tu espalda.
Estabas delgada, consumida,
casi desnuda tratando de soportar el frío,
sola y vapuleada como la puta que te han hecho creer que eres,
arrojada al cieno y golpeada,
y, aun así,
un ser infecto y mantecoso no duda en sajar tus senos
con sus afilados dientes
buscando algo de vida que pueda quedarte,
una suerte de limaco malvado y gigante
que se ha apostado ante tu piel
alimentándose te tu abundancia hasta dejarte seca.
Lo que no sabe,
o de lo que no quiere darse cuenta,
es que si tú mueres
su destino no será diferente.
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