ESCUCHANDO: "The End" de The Doors
Cuando la voz no es suficiente para elevar al alma
a llegar a la calma que tanto ansía,
cuando el tiempo pasa y te aplasta la poca vida que te queda
entre los pliegues de la ropa y de las arrugas
que un día marcaron tu sonrisa.
"This is the end, my only friend",
sí, éste es tu final,
¿no ves cómo el espejo te esquiva la mirada
y decide no responder a tus preguntas
por vergüenza o compasión?
Ahora las palabras brotan como hierba mala
y tú las dejas salir
porque son lo único que te quedan, ¿verdad?
Eso y el recuerdo de que en otra vida
los colores se fundieron de pronto en uno,
largo, oscuro y profundo,
un color al que descendiste tú voluntariamente,
tu descenso a los infiernos,
porque sabías que el cielo no son sino cuentos de viejas
para que los adultos no giman y griten en la cama,
para que lo hagan en los recintos dedicados a ello,
para que no teman que al final,
después de tanta mierda,
de comer tanta mierda,
o de hacer que otros se la coman,
no haya nada,
polvo y facturas que dejar a una viuda, a unos padres o al banco.
Y tú descendiste a los infiernos y decidiste no volver,
¿para qué?,
¿para que te ensalzaran como al nuevo mesías?,
no, ese no es tu estilo,
mejor terminar cuanto antes,
volver si se puede, si has olvidado la mierda,
al cabo de unas décadas, de algún siglo,
y comer más mierda hasta que el cuerpo estalle de nuevo.
Ahora lamentas volver más que nunca,
tu falta de ese don que te llevó a ser dios
-¿o fue todo un sueño inducido?-,
lamentas la mierda y seguir tragando,
pero aún no ha llegado el final absoluto,
de momento los caballos trotan sobre tu cabeza,
dieciséis pezuñas aplastando tu cráneo,
y tú les gritas silencio,
sólo quieres dormir,
volver al vientre materno,
gimes y gritas,
te revuelves en las sábanas envueltas en sudor,
y exhalas
"this is the end, the end, the end, my only friend...
the end".
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