Hay momentos para escribir.
Otros para pensar.
Y otros para dejar la mente en blanco.
Éste es uno de esos.
En la biblioteca pública,
después de enviar una horda de fotos para una biografía,
sabiéndome nerviosa por el salto,
ilusionada,
quién sabe,
con este traqueteo en los dedos y en la máquina.
Hay momentos para escribir.
Hay momentos.
Los hay.
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