Siempre pensé
en la vida como una línea recta,
como ese poema de Machado,
caminando,
errando,
siempre con los pies al compás.
Hoy,
tras escribir unas líneas
para ese niño que me saldrá de otras entrañas,
me he dado cuenta de que soy como la espiral de una concha,
girando sobre mí misma,
en torno a otros que me trazan,
dibujándome y desdibujándome con el viento
y el paso de la vida.
Siempre pensé
que todo sucede por un motivo,
llámalo hado, dios o suerte,
y creo que cada herida tiene una causa,
cada pestañeo una consecuencia
y que cuando yo bato mis alas
a alguna geografía le tiemblan las tripas.
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