A Octavio, por su Ciudad de mármol
y porque vea de nuevo Logroño
como un laberinto de calles viejas
y buenos amigos.
Hoy he leído el recuerdo
de otra ausencia,
extraña a la mía,
y leyendo,
he sentido celos de cada palabra
que ocultaba un amor antiguo,
celos por los que sí se permitieron un beso,
por los que se dejaron querer.
Y yo aquí sola,
mis abuelos duermen
y una casa vacía me espera.
Pero no puedo maldecir a nadie por mi tristeza
porque, este en lo cierto o no,
siento que yo soy la única
culpable de mi soledad.
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