Me miro en el espejo cada mañana,
me fustigo por no seguir la dieta tan estrictamente como debiera,
por esas hormonas desequilibradas que reducen el producto de mi esfuerzo,
me observo con esos ojos somnolientos y soñadores,
con esas arrugas por reírme hasta que me duele,
me quedo detenida en cada poro de una piel que envejece a cada segundo...
y, optimista, desde el otro lado del espejo,
me sonrío.
Amo
cada parte
que me conforma.
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