Hoy,
a pesar de que la niña que me inunda la campana
decidió exponer sus debilidades,
hoy,
la guerrera,
la fuerte,
ha decidido rebelarse contra ella,
gritarle,
atarla a la pata de la cama y dejarla allí
para los restos.
Hoy,
Andrómaca ha caído
y en su lugar se alza Atenea,
que más que virgen jugaba al despiste mientras los poetas no miraban.
Hoy,
aunque en los ojos galopa el llanto
y se agolpa a las puertas como una presa a punto de estallar,
hoy,
he decidido que no,
que se acabaron los llantos,
las palabras grises,
las noches frías,
los días sin sol.
Hoy,
la hija de la Luna,
ha tomado la espada.
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