Escuchando la lluvia
La lluvia que cae
y las nubes negras se van de mi cabeza al ritmo de las gotas.
Ya no salen por mis ojos
y se evaporan en el aire
que me asola.
Ahora la lluvia relaja, purifica mi cuerpo,
me elimina los últimos pesares que me restan;
ahora la lluvia no es sino un cielo negro que no puede ahogarme,
una maraña de nubes, de aires, de gotas
que tan sólo me mojan
y resbalan por mi cuerpo,
y caen al suelo,
y las piso,
o las dejo atrás,
y las olvido,
y me crecen las alas.
La lluvia que cae
ya no me hace daño,
ya no sale de mí,
ya no es lluvia
sino el alivio del cielo triste.
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