Dejaos amanecer entre las olas
de un verdirrojo fulurante de oscuridad plena,
dejaos dormir entre las temerosas cadencias
de una melodía en las pupilas de la prehistoria del hombre,
soltad las cadenas que se atan al origen del ser
y olvidad reglas escritas con tintas de viento y sol
que la sutil profundidad de la caverna os aguarda
escondida entre las ambrosías de un primer dolor
que se torna rostro de dioses en las manos.
Dejad vuestra barca de arena
a la deriva del vaivén entre unas olas de cobre y oro deslucido.
Dejad que el latido más primario
que se espanta en cada milímetro de vuestra playa
alce la voz y lance el grito,
ese aullido que hace del dos
uno.
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