Nací
y necesité del sol.
Esos rayos fueron vitales
para completar mi existencia
(tal vez, ya desde entonces,
la vida me advertía futuras penas).
Pasó el tiempo.
Crecí,
a fuerza de dicha y abuela,
pero fueron también los golpes
los que forjaron mi carácter
(tímido, sensible, llagado
como los afluentes de un río
que horadaron hasta las raíces).
Fueron varias las luces
que me impulsaron hacia adelante,
pero siempre bajo una magna sombra
donde el sentir se basaba en lo pequeño.
Así llegamos a hoy.
Una palabra ha bastado para alzarme,
para iluminar todo mi vacío ser de luz.
No olvidemos, no obstante,
que también será una palabra
la que, siendo frágil astilla temerosa,
pueda quebrarme.
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