Escuchando Undertow de Leonard Cohen
Me enfrento a tu ausencia
y al doloroso hecho de que ya no eres ni estás,
que me has dejado sola,
como a todos,
de que ya no veré tu sonrisa
salir volando hacia mí a través de tus ojos,
que ya no sabré que podré sostener tu mano
mientras trato de comprender las palabras destiladas con cariño.
Y mientras trato de no acordarme y asimilar que ya no estás,
que te has ido como querías y necesitabas,
las lágrimas recorren mi rostro
tratando de pasar el duelo.
Y mientras lloro,
desconsolada por la pérdida de un ángel que tuve la suerte de tener a mi lado,
no te siento cerca,
sino que el dolor de la pérdida me agujerea allí donde una vez hubo alma,
allí donde alguien también clavó su aguijón envenenado.
Y ahora,
llorando,
pienso en qué dios puede haber permitido tu sufrimiento
después de una vida de privaciones,
después de dar y no esperar recibir nunca,
después de ser tú
y del pago que te dio el destino.
Pienso que ojalá ese punto de luz que se extingue y lucha
esté en lo cierto
y ahora me mires desde alguna parte
con una sonrisa en los labios,
feliz al fin y libre,
esperando que tardemos mucho en reunirnos contigo.
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