Acercarme al vacío.
Acercarme y anegarme como un Narciso estúpido.
Ahondarme en el vacío del futuro,
en ese desconcierto,
en el qué será.
Acercarme y ver niebla,
o peor, no ver.
Un nuevo temor se ha arraigado en mi vientre,
un miedo con múltiples raíces y desdén,
un miedo que no me mira a los ojos,
que se me pega viscoso y frío a la espalda,
o caliente como la mucosa verde que cubre los ríos en verano.
Y no corro,
no camino, no ando, no me salgo, no respiro, no lloro, no grito, nonononono
no hago absolutamente nada,
me he helado.
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