Todos los monstruos que me habitan
gritan con sus voces silenciosas
rasgando ese tímido velo
que separa el orden de la locura.
El miedo que me atenaza
se asienta en mi cabeza
extendiendo sus garras como si estuviera en su casa,
su sombra se muestra
como un habitante de la realidad
ante el tedio de un domingo inútil.
La presión se hace mayor,
punza mi cerebro en las partes correctas,
los ojos ceden ante los párpados
aunque el sueño no me venza,
David llama al espacio desde una voz femenina,
el vómito se agolpa a mi garganta
pero es el fantasma del temor,
un espíritu que no ha sido convocado.
Hace frío y la piel arde.
Espero que podáis encontrarme entre tanto bosque.
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