El mundo nunca será suficiente
para alcanzar todas las cumbres,
para leer todos los libros,
para hablar todas las lenguas,
para amar todos los instantes.
En cada viaje
las montañas me llaman con su canto de sirena
y quisiera que mis piernas pudieran recorrerlas
como el dedo del amante la piel amada.
Las palabras cantan
desde las estanterías que las encierran
insignes melodías
y yo quisiera que mis ojos supieran
todos los pasos que han recorrido.
Mi boca ansía
abrazar cada concepto
pero la lengua es áspera
y el camino duro.
A veces,
sobre todo en estos momentos
en los que una voz ronca me atemoriza
con su oscura luz,
una losa se clava en mi pecho
y me golpea en cada latido
hundiéndose
hundiéndose
como un cuerpo yerto en el barro.
Sé que mis brazos no podrán atrapar la luz
ni la arena mis dedos
pero persigo la fragilidad de un instante
como si fuera a durar para siempre.
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