Hoy me han regalado casi un libro.
Mis ojos
esos ojos llenos de fuegos artificiales
me han salvado,
esas chispas que no queman
porque el alma de un niño no puede arder.
Siempre he sido un adulto
en el cuerpo, en el rostro, en la voz,
de un niño.
Quizás por eso...
quizás por eso este poema quede inconcluso,
como el grifo que gotea rítmico
y su voz se pierde
sin saber qué ha dicho.
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