Adiós, estrellas,
la luz de vuestros ojos se hiende como puñales
y no son vuestros susurros sino síntoma de muerte,
decidle a la luna que no acune mis plegarias,
son hijos muertos plagados de musgo.
Me voy antes de que la luz se encienda
y me arrebate con sus dedos,
me marcho antes de que se abran sus manos
y yo sea demasiado pequeña
para esconderme.
Adiós, estrellas.
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