jueves, 10 de julio de 2014

Ella

Nunca se queja,
a pesar de que no descansa desde que le alcanza la memoria,
como una vez hizo su madre.
Camina con la mochila llena
y los pies engarzados en cristales,
con la boca seca y enmudecida,
sin pedir agua a cambio.
Salvó vidas con una sonrisa o una palmada
y evadió las sombras una y otra vez
aunque a veces le absorbieran la luz por un instante.
Y sigue caminando, no desiste
incluso cuando la lluvia es demasiada y se le enfundan las piernas en barro.
Es por eso que quiero coger un paraguas
y acompañarla en los momentos difíciles
paso a paso a paso.

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