Mi sangre lleva cieno y venganza en sus venas,
castigos estoicos que mi alma flagela
contra mi ser indiscreto.
En mí se libra una batalla
condenada a la extinción del cuerpo,
al recóndito fin que anega el alma.
No hay solución,
caigo,
caigo desde la cúspide de la felicidad,
caigo y no veo el término.
Caigo y no sé cuánto tardará
el abismo en engullirme de un suspiro
sordo
hueco.
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