Qué fue
de aquella niña enfermiza
solitaria y tímida
que engullía libros sin hartarse.
Qué fueron de sus sueños
y temores
de los soles
que acariciaron su piel.
Qué de aquellas tardes
en que añoraba que le robaran un beso
o que alguien
quien fuera
le llamara a jugar.
Qué le sucedieron a sus miedos,
se perdieron, mudaron
o se acumularon como las hojas
del otoño.
Tal vez le aplastara la vida
y las casas de tiza y aire
no calentaran bastante
cuando llegó el invierno cruel.
Tal vez aún se arrastre
dolorida y valiente
resquebrajada y firme
buscando la sombra
bajo la que cobijarse del sol
el amparo del árbol
ante el viento helado
las manos que desvelen
la cortina de nubes que anega sus ojos.