Dame la palabra.
Dame la voz.
No me niegues el paso
o incluso el silencio
si es más fuerte que cualquier canto
gutural.
Arráncate de las entrañas.
Surge de las tinieblas.
Brota en la noche, en el día.
Salta.
Quémate las yemas de los dedos.
Pero no ruegues.
Mira sin miedo
aunque estés vibrando hasta quebrar.
No susurres.
Habla.
Grita.
ESTALLA.
Enmudece.
Mancha la nieve impoluta.
Anégala en fango con tus manos manchadas de pecado.
Haz oídos sordos
a quien te llame hereje, bastardo, puta...
Rompe, rasga, arde,
y descubre bajo las capas de la perfección
una realidad fea, horrible,
monstruosamente bella.