He leído
otra vez
acerca del infinito en las caderas,
del peso en los muslos,
la debilidad en los brazos que saludan.
He vuelto a dejar que me golpee el sonido
de quienes ven que el tiempo pasa
en el surco de una arruga,
que los ojos se apagan
con el encarecimiento de los años
o las manos muestran
en cada vena
sus heridas.
¿Por qué tengo que pensar
que la extensión de mis futuros
es incorrecta
y que debo cercenar las alas
que surgen cuando la sonrisa arriba
pacífica y cercana?
¿Por qué asumir los principios que dictan
quienes no saben ver más allá de los años
si yo miro con adoración cada ondulación en el terreno
y contemplo una victoria?
¿Por qué
-yo me pregunto-
ocultar mi rostro bajo la capa de yeso
como si temiera que descubrieran mis debilidades,
como si pensara que las filtraciones de los años
no me hacen más brillante?
Hoy, otra vez
-y no será la última-
la voz de la caverna se ha alzado
en labios de otra
y ha gritado
con la fuerza que nos da la Historia,
yo soy esta,
esta y nada más,
esta y todo esto,
yo soy
y soy toda,
no dejaré que me reduzcan a un cascarón vacío y eterno.
Yo soy
y soy completa.
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