Tengo miedo
a que un día me dé cuenta
de que no he vivido
y que ya no me quede tiempo,
a que el reflejo me devuelva un rostro
lleno de surcos de miedo,
a no enfrentarme,
a no arriesgarme,
o a saltar al vacío demasiado.
Cada mañana,
con los ojos aún prendidos en el sueño,
busco una chispa que me devuelva una respuesta
a la pregunta que marcan mis pupilas,
esperando no ser demasiado vieja,
demasiado joven,
estar demasiado cansada
o sumirme en la rutina,
y que mi sombra no me devore
cuando el sol ralentice mis pasos.
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