Sumida, envuelta por el cieno,
por las cien oscuridades
en torno al pecho.
"Es preferible dejarse hundir
y luego escalar, ponerse en lo peor,
que ser golpeada por la vida
y caer, caer, caer sin remedio",
siempre me digo.
Pero a veces el corazón grita.
Demasiado paso.
Resopla y algo me quiebra
la garganta.
Dejar que el monstruo te devore
para resurgir de sus entrañas
es una agotadora constante.
Espero aquí,
no obstante, con los pies encharcados,
al palpitar que me muestre de nuevo la escala.