A veces no puedo evitar
que los pájaros negros
sobrevuelen mi cabeza
o que los pies se me hundan
en el barro que han forrado mis lágrimas.
Esos viejos cuervos
conocen mis puntos débiles
y atacan las heridas abiertas
antes de que sangren.
Tal vez me quedé en el camino
y esto sea ilusión transitoria,
un engaño vil de mi mente
que se burla de la peor forma.
A veces
cuando graznan tan fuerte
que me apuñalan los oídos
y mi sangre herida hierve,
solo deseo tener unas alas
que me permitan volar.