Dame una biblioteca
con tantos libros que puedan sostener los muros, el techo
si alguna vez esta casa se cae.
Dame libros viejos
compartiendo estantería con los nuevos,
intercambiando olores e historias en silencio.
Dame tantos libros
que haya de quejarme en las mudanzas
y que ni en dos vidas pueda leer.
Quiero despertarme y que, en cada habitación,
pueda ver palabras sobre un fondo de papel,
quiero que mis hijos, mis nietos,
vean amueblada su mente
con volúmenes pequeños y grandes
desde donde les alcance el recuerdo.
Quiero que entre mis manos,
estos seres perecederos,
a veces ciertos, otros mentirosos,
habiten un olvido irremediable,
quiero ser todas las vidas acumuladas en sus páginas
y que me definan y me sobrevivan
para perdurar en sus líneas, en cada letra,
como si mi voz resonara
junto a las que atesoran en cada letra.