A Luisa,
que espantó mis pesadillas.
Nunca será suficiente,
lo que yo te escriba,
lo que yo te quiera,
las veces que toque tu rostro y tus manos envejecidas,
o las palabras que te susurre aunque tú no puedas contestarme,
aunque todos te visiten como si fueras un mueble apolillado
y no pueda sino aguantar las lágrimas
para demostrarte que me hiciste fuerte,
y para que no tengas miedo,
y darte un beso
como cuando tú hacías cuando me raspaba las rodillas.
Nunca habrá una escalera tan larga para encumbrarte
en la cima que merecen tus actos.
Sólo espero que te hayas impregnado en mí,
para poder llevarte enarbolada siempre.