Otra mañana
con el olor viciado a ese vómito de madrugada que no es tuyo
y la luz que atraviesa las cortinas
y el papel decorativo de las ventanas.
En las calles,
la basura arremolinada hace ruidos,
me despierta,
abro los ojos,
la puñalada del rayo de sol me agrieta las pupilas.
Miro el reloj,
el tiempo inclemente marca las nueve.
Desayuno.
Leche.
Un poco de café.
Cereales rellenos.
Cuatro galletas.
Cojo la misma ropa de anoche.
El carro de la compra.
Maldito sábado.